La escultura es uno de los procesos con más influencia en mi producción. En ella encuentro el valor del material, buscando crear piezas de tengan carácter y modifiquen los espacios creando recorridos y diálogos. Lo que entiendo por escultura bajo esa premisa es el complemento entre un objeto y un transeúnte que lo aborda y lo dota de sentido. Mi trabajo se ve atravesado por una pregunta que tiene que ver con la figura humana, aquello que nombramos como Cuerpo. De allí se despliegan una serie de miradas que abarcan desde su composición anatómica, su morfología y fisionomía. No obstante, encuentro que el cuerpo no genera significados de manera aislada e intrínseca, sino que es en la interacción con otros cuerpos en un determinado espacio que permite leerse y abordarse como objeto artístico. El cuerpo, de esta manera, es una superficie en la que se inscribe el conjunto de esas relaciones y del influjo de los espacios y temporalidades a los que es sometido. Pedraza (1999) sostiene que «El cuerpo humano es el fiel reflejo de la evolución constante a la que nos vemos inmersos como seres vivientes, en él se enmarcan vestigios, que evidencian una trascendencia vital del ser humano, de su comportamiento y su pensar».